Ha pasado más de un mes desde que cinco activistas por los derechos de la mujer, que organizaban una protesta contra el acoso sexual en el transporte público por el Día internacional de la mujer, fueron detenidas.
Uno de sus abogados, Yan Xinwen, reveló que la policía presentó el caso ante el Procurador de la República popular China para que aprobara oficialmente el arresto y procesamiento. El destino de las cinco detenidas se conocerá el 13 de abril, cuando se cumpla el plazo legal para permanecer en detención administrativa.
Mientras tanto, feministas y activistas por los derechos humanos de todo el mundocontinúan exigiendo la liberación de las mujeres. En una Conferencia académica en Brookings Institution el 3 de abril, varias académicas feministas comentaron sobre las detenciones. La profesora Wang Zheng de la Universidad de Michigan señaló que la última vez que el gobierno chino arrestó a una activista por los derechos de la mujer fue en 1913. Teniendo en cuenta que Xi Jinping tiene previsto visitar EE. UU. en setiembre, ella también exhortó al presidente Barack Obama a hablar a favor de las cinco.
La presión de los políticos norteamericanos hasta ahora no ha hecho gran diferencia. Luego que la exsecretaria de Estado Hillary Clinton denunció la detención de las mujeres como “inexcusable” en su cuenta de Twitter, el Ministerio de Asuntos exteriores chino respondió con su fórmula estándar de que el incidente era un asunto interno y que los demás países debían respetar la soberanía judicial de China.
A pesar del reclamo internacional, las autoridades chinas han ampliado la represión hacia las redes feministas domésticas. Han interrogado a mujeres que han participado de manifestaciones relámpago en el pasado, como Ocupar los baños de hombres en 2012, y allanaron el Beijing Yirenping Center, una ONG moderada que trabaja contra todo tipo de discriminación.
Muchos se han preguntado por qué el gobierno chino está tomando medidas tan severas contra jóvenes activistas que no han hecho nada para desafiar al régimen. La Directora de la filial china de Human Rights Watch, Sophie Richardson, describió la represión como un signo revelador de “la combinación de poder y paranoia”.
He Qinglian, una observadora china, consideró que los arrestos están relacionados con una mayor represión contra las ONG en China, en particular contra aquellas que tienen fuertes vínculos en el extranjero: