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EL CONFIDENCIAL 'Rabia en Dharamshala: el exilio tibetano continúa su lucha contra la opresión china'

EL CONFIDENCIAL 'Rabia en Dharamshala: el exilio tibetano continúa su lucha contra la opresión china'

Seis décadas después de la entrada de las tropas chinas en Lhasa, la comunidad que huyó al norte de la India y organizó su propia autoridad en el exilio rememora aquellos días
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Foto: Exiliados tibetanos en Dharamsala, India, participan en una marcha de paz durante el 60º aniversario del Alzamiento Nacional del Tíbet. (EFE)
Exiliados tibetanos en Dharamsala, India, participan en una marcha de paz durante el 60º aniversario
del Alzamiento Nacional del Tíbet. (EFE)

18/03/2019
La guerra llegó a Lhasa, capital del Tíbet, en la madrugada del 19 de marzo de 1959. “Los disparos y bombardeos pararon en la noche del 20. Entonces, las autoridades chinas exigieron la rendición por megafonía, amenazando con multiplicar los ataques si nos resistíamos”, describe Lobsang Yonden, de 77 años y testigo de aquella invasión hace justo 60 años. “Mi padre estaba reunido con aristócratas cuando el pueblo de Lhasa se echó a las calles con banderas blancas para evitar la destrucción total del palacio de Potala”, recuerda Yonden desde su casa cercana al principal monasterio budista de la ciudad de Dharamshala, en la India, donde vive desde hace décadas junto a varios centenares de monjes y exiliados tibetanos.

La pequeña ciudad en las faldas del Himalaya indio es hoy refugio de uno de los mayores asentamientos de los centenares de miles que huyeron de Tíbet tras la invasión y la guerra con China, como el propio Lobsang Yonden, arrestado a los 16 años por participar en el levantamiento. “Cuando nos detuvieron, Su Santidad [el Dalai Lama] ya había escapado al asedio pero solo mi padre y otros pocos representantes del pueblo de Tíbet lo sabían”, recuerda. Hacia finales de marzo del 1959, Tenzin Gystaso, el 14º Dalai Lama, máxima figura religiosa del budismo tibetano, cruzaba a salvo la frontera con India y se asentaba en Dharamshala, donde creó la Administración Central de Tíbet (CTA), también conocida como el gobierno tibetano en el exilio, y lugar donde exiliados, refugiados y simpatizantes de la causa recuerdan la ocupación anualmente.

“Cuando el Ejército Popular de Liberación (EPL) de China marchó por primera vez en Tíbet prometieron construir 'una carretera' que traería 'paz y prosperidad'. Pero una vez fue construida, tanques, pistolas y soldados del ejército chino ocuparon totalmente la meseta de Tíbet”, comenzó diciendo Lobsang Sangay, 'sikyong' (regente) del gobierno de Tíbet en el exilio, en su discurso oficial el pasado 10 de marzo ante delegaciones de países europeos reunidas en Dharamshala para conmemorar el levantamiento tibetano contra la invasión china. En 2011, y como consecuencia de la renuncia del Dalai Lama a su papel como líder político, Sangay fue elegido democráticamente el máximo representante del gobierno de Tíbet en el exilio.

Este aniversario tiene lugar poco después de que China prohibiese la entrada de visitantes extranjeros en la región de Tíbet, hasta principios de abril, ante las esperadas protestas de la población local. El pasado enero, sin embargo, el gigante asiático anunciaba el aumento del número de turistas en Tíbet y la reducción de los trámites necesarios para la concesión de visados. La decisión venía precedida por la presión de EEUU, cuyo congreso aprobó la Ley de Acceso Recíproco a Tíbet en diciembre de 2018; por la que se restringía el acceso de ciudadanos chinos a suelo estadounidense con el objetivo de que China facilitara las visitas de periodistas americanos para informar de la situación en Tíbet, una región controlada militarmente desde hace décadas.

Desde que las tropas del Partido Comunista de China ocupasen Tíbet en 1950, Pekín ha controlado la región con mano de hierro. Activistas de derechos humanos denuncian restricciones generalizadas a la etnia tibetana mientras que el informe anual de Human Rights Watch (HRW) señala que la administración china usa “una campaña anti-criminal a nivel nacional que fomenta que miembros de la comunidad denuncien la más mínima sospecha de reverencia y apoyo” al Dalai Lama. Por su parte, el Consejo de los Derechos Humanos de Naciones Unidas (OHCHR) dijo en junio de 2018 que las condiciones se estaban “deteriorando con rapidez” en una región considerada por Freedom House entre las menos libres del mundo. Según la Campaña Internacional por el Tíbet (CIT), 155 tibetanos se han inmolado desde 2009 como respuesta a los abusos de las autoridades de China que administran la región, incluyendo arrestos arbitrarios y torturas.

El activista tibetano Lobseng Yonden. (A. L. Martínez)
El activista tibetano Lobseng Yonden. (A. L. Martínez)

El fracaso de la justicia universal
El septuagenario Lobsang Yonden fue uno de los muchos detenidos y torturados por las autoridades chinas. Su padre, uno de los representantes del pueblo de Lhasa durante la sublevación hace 60 años, fue trasladado a una de las cáceles más duras de China junto con otros 53 prisioneros, de los que solo 11 regresaron. Aunque apenas era un quinceañero, Yonden también fue prisionero político durante 10 años, acusado de rebelión. “Como mi condena estaba pendiente de revisión, me liberaron a principios de marzo de 1969. Entonces escribí una carta exigiendo la liberación de Tíbet y me volvieron a encerrar entre 1972 y 1973”, explica mientras detalla palizas y vejaciones. Hacia finales de los años 70, la opresión china sobre la región se rebajó y la diplomacia permitió que algunos viajasen a India y fuesen acogidos en muchos de los asentamientos tibetanos que hay en varios lugares del norte del país. Desde 1984, Lobsang Yonden vive en Dharamshala; donde trabajó para la Administración Central de Tíbet (CTA) durante 24 años, hasta su retiro.

A raíz de los abusos sobre la población tibetana, el abogado español José Elías, junto a la Comisión de Apoyo al Tíbet y la Fundación Casa de Tíbet, presentó una querella criminal contra el Partido Comunista Chino ante la Audiencia Nacional en 2006. La denuncia describía crímenes contra centenares de tibetanos que murieron torturados y víctimas de inanición entre 1971 - cuando se incluyó en el código penal español el delito de genocidio - hasta 2005. Así, en 2013, y en base al mismo principio de justicia universal por el que la jurisprudencia española actuó contra militares de la dictadura argentina, oficiales del ejército de Israel, soldados estadounidenses en Irak y contra el ex dictador chileno Augusto Pinochet, se emitió una orden internacional de busca y captura contra varios miembros de la cúpula del Partido Comunista, entre ellos el expresidente y el ex primer ministro chinos. En 2015, sin embargo, el gobierno del Partido Popular reformó la Ley de Justicia Universal, provocando que se archivasen las investigaciones sobre el genocidio en Tíbet.

Así como los acuerdos económicos de España con China truncaron la vía judicial para desenredar el nudo gordiano en Tíbet, también su vecino del sur siente la presión del gigante asiático. En marzo de 2018, India prohibió la marcha que anualmente organiza la comunidad tibetana en su capital; ante la voluntad de Delhi por acercar posiciones con Pekín. Después de 60 años, el status quo en Tíbet –donde se condenan las violaciones de derechos humanos sin sancionar la postura oficial de la poderosa China– merma las ansias de futuro de la juventud tibetana, que cuestiona la postura oficial del gobierno en el exilio.

En la primera mitad de la década de los 80, el Dalai Lama, entonces aún líder político del gobierno tibetano, varió la postura oficial y pasó de reclamar la independencia a pedir la “autonomía genuina” de la región como parte de China. La decisión coincidió con el enfriamiento del yugo chino y permitió la salida de tibetanos como Lobsang Yonden: “Aceptamos la 'vía intermedia' porque China no va a comprometer su integridad territorial. Pero las condiciones ahora han vuelto a empeorar aunque los tibetanos no hagamos nada”, explica el que fuese prisionero político, quien confía en la autonomía como la única solución al estancamiento de la situación. No así muchos de los jóvenes tibetanos nacidos en el exilio, que no ven que la postura de China se haya ablandado ante una mayor aceptación de la comunidad internacional e, incluso, cuestionan la viabilidad de la política defendida desde hace cuatro décadas por su líder religioso, el Dalai Lama.

Data noticia: 
Dimarts, 19 Març, 2019
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