¿Qué pasa con la sucesión presidencial en China?

Blog de “El tribuno” (Argentina)

A diferencia de los sistemas democráticos, en los que los disensos se ventilan, se subrayan y se consensuan, en los regímenes no democráticos se ocultan, se dirimen o suprimen a puertas cerradas, y lo resuelto se presenta como una decisión unánime, aun cuando la puja suele ser mucho más feroz, los costos mucho más elevados y confidenciales y las disidencias casi un secreto de Estado.
Resulta entonces una sorpresa mayúscula que las refriegas internas por la sucesión a la presidencia de la República Popular China -la que ocurre una vez cada diez años y que tendrá lugar en los próximos meses- se hayan hecho públicas y, así, hayan originado una crisis política de proporciones sorprendentes.

Esto ocurre en un país donde además del hermetismo, la discreción, el tacto y la cautela que caracterizan al pueblo chino predominan aún sobre la ambición. Esto se desprende del lema acuñado por Deng Xiaoping, artífice del desarrollo chino, quien con su “disimula tu inteligencia y espera tu oportunidad” no solo sobrevivió, en dos ocasiones, a las purgas políticas a las que lo sometió Mao Zedong, sino que además logró alcanzar la presidencia de China y catapultar al país a la escena mundial.
La sucesión por la presidencia de la cuarta generación de líderes “Hu-Wen”, compuesta por el actual presidente Hu Jintao y el premier Wen Jiabao, a la quinta generación, la que se cree tendrá a Xi Jinping como presidente y a Li Keqiang como premier y que será conocida como “Xi-Li”, ha intensificado la pugna por el poder y el control del Partido y del Estado entre las dos facciones predominantes del Partido Comunista Chino, conservadores y reformadores. Esto puso en duda la declamada “unidad” del Partido, destinada a evitar cualquier desestabilización. Esta lucha ha provocado una verdadera crisis, que estalla pocos meses antes de que se cumplan diez años de que el actual presidente Hu Jintao se convirtiera en, primero, secretario general del Comité Central del Partido Comunista Chino en 2002 y, luego, en presidente de China en 2003. Durante los dos períodos presidenciales de Hu, el sostenido crecimiento del país llevó a China a ser la segunda economía mundial, solo por detrás de los Estados Unidos.
El poder en China

Para entender mejor las dinámicas internas del Partido Comunista chino, debe recordarse que el mismo cuenta entre sus órganos principales un Comité Central (de alrededor de 350 miembros), el Buró Político del Comité Central (de 24 miembros) y, dentro de éste, el Comité Permanente del Buró Político o Politburó, de solo nueve miembros y que centraliza el poder. Los nueve miembros de este Comité digitan cada una de las decisiones importantes, sean políticas, económicas, de relaciones exteriores, o en lo que al sistema bancario y el petróleo respecta, como así también las designaciones de los funcionarios que integran la extensísima burocracia estatal. Los miembros pertenecen a distintos sectores, lo que tiene por objeto evitar una excesiva acumulación de poder por parte de cualquiera de ellos.
Así, cuando en marzo pasado el Politburó pareció sugerir que Xi Jinping, actual vicepresidente de China desde 2008 y quien ocupa la sexta posición del ranking interno del Politburo, sucedería a Hu como secretario general del Partido, los analistas asumieron que Xi sucedería también a Hu como presidente del país. Por su parte, el actual premier Wen Jiabao sería reemplazado por Li Keqiang, actual vicepremier ejecutivo del Consejo de Estado y séptimo en el ranking interno del Politburo.
Los grandes candidatos

Pese a que Xi Jinping milita en la ultraconservadora facción de “los hijos de los príncipes” (princelings, llamados así porque descienden de compañeros de lucha de Mao y, como tales, son muy cautelosos con las reformas económicas y no quieren ni escuchar de una reforma política) es reconocido como un candidato de consenso debido a su inclinación a las reformas económicas y su mano dura contra la corrupción.
Por su parte, Li Keqiang proviene de la Liga Comunista de la Juventud (que cuestiona el “derecho natural” de los princelings a ocupar posiciones dominantes y aboga por reformas económicas y alguna apertura política, aunque manteniendo intactas las atribuciones del Partido Comunista) y es reconocido por su apego al trabajo y su disciplina. Para muchos lo natural hubiera sido que Li sucediera a Hu, pues los unen años de trabajo en conjunto y la misma militancia en la Liga de la Juventud, de la que también forma parte el premier Wen.
El último escándalo

Los princelings acaban de perder a Bo Xilai, uno de sus hombres clave dentro del Buró Político antes de ser expulsado el 15 de marzo pasado.
Todo comenzó cuando un comisario de provincia a las órdenes de Bo, de apellido Wang, disfrazado de mujer y en la obscuridad de la noche, visitó el consulado estadounidense en Chengdu solicitando asilo político a cambio de información clasificada que incluía pruebas de un supuesto golpe de Estado del que formaría parte Bo. Este es un carismático princeling cuestionado por sus métodos autoritarios y considerado el líder de la facción más izquierdista del Partido, que había llevado a prisión a más de dos mil personas vinculadas con las mafias operantes, hacía campañas políticas al mejor estilo occidental desafiando la línea de jerarquías del Partido y en sus discursos abogaba por la “reeducación cultural” y la “vuelta a las fuentes”, citando frases y canciones maoístas que a todos recordaron los obscuros tiempos de la Revolución Cultural. Se abrió una investigación que fue anunciada oficialmente y que, pese a no haber concluido, forzó la salida de Bo del Buró Político.
Si el asunto, ventilado en medios oficiales e Internet, indica que hubo alguien con mucho poder que evitó la censura ex profeso (cabe recordar la censura a los homenajes por el aniversario de Hu Yaobang, el importantísimo líder político cuya muerte el 15 de abril de 1989 desembocó en la masacre de la plaza de Tiananmen); si el escándalo fue tramado por altos funcionarios por razones ideológicas o si ha sido una revancha de la mafia por los golpes que Bo les atestó, todo queda en el terreno de las especulaciones…
Lo cierto es que la China que Hu Jintao dejará a su sucesor presenta un éxito económico sin precedentes, pero también serios problemas a resolver, tales como la sucesión y la necesidad del Partido Comunista de legitimar su imagen empañada por denuncias de corrupción y la necesidad de una mejora impostergable en la calidad de vida y condiciones sociales de grandes sectores de población, la reducción de la brecha entre ricos y pobres, el acceso de la mayoría de la población a la educación, al seguro de salud y a la vivienda, la desigualdad de los ingresos, la alta tasa de desempleo y los problemas medioambientales. No podemos olvidar la resolución pacífica de la cuestión de Taiwán, los problemas en el Tíbet y el eterno tema de los derechos humanos, que resucita cuando se produce cualquier crisis y que fue nuevamente denunciado por organizaciones internacionales y eminentes chinos en el exilio. Tal es el caso del economista Yang Jianil, quien desde Estados Unidos declaró que “China es como un río con una gran represa obstruyendo su camino… y el agua continúa acumulándose y acumulándose… debemos gozar de derechos humanos antes de hablar de cualquier tema político”.
Si a todo esto se suma que, 30 años después de la reforma económica, ha surgido una clase media y una sociedad civil que espera por sus derechos políticos, podría decirse que, en términos institucionales, la crisis ha servido para reafirmar la urgente necesidad de una reforma política, tan postergada como enunciada tanto por el presidente Hu como por el premier Wen. Todos estos temas escapan a la influencia de quienes están ya de salida, pero la necesidad de enfrentarlos y de encontrar una solución adecuada estará esperando a los nuevos líderes de China.
 

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