En Bubión nació hace 25 años el niño Osel en el que se reencarnó el lama Yeshe

Entrada del centro budista en Las Alpujarras

El Ideal de Granada

«Se ha convertido en un hombre abierto, lúcido y con muchas ganas de aprender», dice de su hijo Francisco Hita.
«Él no ha dejado el budismo. Lo que tiene claro es que no quiere ser lama ni monje. Quiere ser padre y tener familia. Una cosa muy normal». Las palabras son de Anne Weenas, responsable del Centro de Retiros O Sel Ling, en la Alpujarra granadina, lugar en el que hace ahora 25 años que se dio a conocer la reencarnación del lama Yeshe en el niño Osel Hita Torres, que vivía en Bubión. El padre de Osel, Francisco Hita, dice algo parecido. «Mi hijo ahora es muy feliz. Desea pasar por una etapa de integración en la sociedad y crear un espacio propio de vida, observar sin sentirse permanentemente observado». Si durante algún tiempo Osel fue lunes, ahora es domingo.
La luz, que llega clara y diáfana a la cima del cerro Atalaya, hace que brillen de manera especial las piedras con restos de feldespato y mica. Se está muy cerca del cielo. A 1.600 metros de altitud. Cuando acaba la pista forestal y se puede aparcar el coche, empieza un sendero que lleva a O Sel Ling, un centro de meditación y de enseñanza budista al que acuden aquellos que por mucho que se buscan no se encuentran. Son casi 30 cabañas individuales que de tener todas un cartel diría: «¡Atención! Gente meditando. Absténgase de dar la lata». No existen esos carteles pero sí otros más educados que te conminan a que guardes silencio porque aquel es un sitio en el que los únicos ruidos permitidos son el piar de los pájaros y los ladridos de perros. O sea, que cuanto menos se hable, mejor. En aquel lugar, si se inclina la vista hacia abajo al mirar al horizonte, se ven los tres pueblos del barranco del Poqueira y si, por el contrario, se mira para arriba, se ve el Mulhacén con su casquete de nieve que hace de líder espiritual de aquel paisaje.
Precisamente de líderes espirituales vamos a hablar. De aquel centro salió un día lejano (hace 25 años) una noticia que dio la vuelta al mundo: uno de los lamas más reputados, el lama Yeshe, fallecido en 1984, se había reencarnado en un niño de Bubión nacido del matrimonio entre María Torres (budista convencida desde su etapa de ‘hippie’ en Ibiza) y Francisco Hita, que trabajaba de albañil en Bubión. Fue un bombazo informativo. El propio Dalai Lama había dicho que aquel mocoso llevaba dentro el alma del venerable lama. Le hicieron unas pruebas y el pequeño alpujarreño las superó todas. Lo vistieron de rojo azafrán, le pusieron un gorro amarillo y lo llevaron a la India, al monasterio de Sera. Allí lo sentaron en un trono y comenzaron a adorarle. Durante algunos periodos de tiempo, y siendo aún niño, venía a España, a su Bubión natal. Acá jugaba con los amiguitos de su edad y mirándolo correr era difícil concebir que aquel niño estuviera destinado a ser uno de los más importantes líderes espirituales del budismo. De adolescente también estuvo varias veces en su pueblo alpujarreño, donde su padre aún mantiene una casa. Su madre se divorció de su primer marido y se fue a vivir a Sevilla con François Camus, un francés que vivía en Bubión y que también había abrazado al budismo. Cuando Osel cumplió la mayoría de edad, dijo basta y se salió del monasterio. Estuvo en Ibiza, en Canadá, en Estados Unidos y finalmente en Madrid, donde ha estado estudiando cine. Quién al parecer se ha ocupado de sus gastos este tiempo es la organización internacional que tiene por objetivo dar a conocer y preservar el budismo mahayana tibetano.
Alérgico a la fama y a los medios de comunicación, Osel se ha esforzado en pasar inadvertido. Aún así, la prensa sacó a relucir el episodio cuando a los ochos años el niño grabó un cinta que envió a su madre que decía: «¡Mamá, ven y sácame de aquí». María fue hasta el monasterio, le quitó a su hijo la túnica, le puso unos pantalones vaqueros y se lo trajo a Bubión. Luego comprendió que era una rabieta de niño y pesó más el pensamiento de su destino budista.
Desde el día en que abandonó el monasterio, Osel se ha dedicado a conocer sitios e intentar buscar un lugar en el mundo. Aún no lo ha encontrado porque no para de experimentar cosas. «Ha hecho fotografía, ha estudiando cine, escribe guiones… Se ha convertido en un investigador nato. Está enriqueciendo su vida», explica Francisco Hita.
Tanto el padre de Osel como la responsable del centro O Sel Ling, Anne Weenas, están convencidos de que el joven algún día puede reconsiderar su actitud y regresar al monasterio a seguir investigando sobre el budismo. «Él es una persona muy inteligente y nunca ha cortado con el budismo. Está buscando su proyección en la vida, de ahí que quiera conocer todo tipo de culturas», afirma Weenas.
Francisco Hita dice que su hijo está haciendo todo lo posible por sentirse útil y encontrar una dirección en la que poner todas sus energías.
«Le robaron la infancia»
En Bubión todos recuerdan al pequeño lama, que era conocido por ‘Joselín’. Hay allí muchas personas que están convencidas de que fue un niño al que robaron su infancia. Roberto Rodríguez, el alcalde de Bubión, al que se le pone un túnica azafrán y puede pasar perfectamente por un monje budista, dice que sí, que en el pueblo está la idea de que «es una pena lo que se hizo con ese niño. Él era aquí feliz, un niño alegre al que le gustaba mucho el juego».
Antonio Martín Villena, que fue maestro de ‘Joselín’ durante el tiempo en el que él pasaba sus vacaciones en Bubión, lo recuerda como un niño muy activo. «Le encantaba jugar a la pelota y manipular los juguetes desmontables. Eso sí, era muy comodón y mientras los demás niños recogían los juguetes, él no lo hacía». Francisco, un joven granadino que vive en Granada y que compartió momentos infantiles con el niño lama, también tiene algo que decir: «Cuando jugábamos al caballito, recuerdo que él tenía que ser siempre el que se montara en los demás niños. Nunca permitía que se montaran en él. Tal vez esa conducta le viniera asumida porque en el monasterio él tenía varios sirvientes y se había acostumbrado a ser el centro de atención. Así que cuando venía por aquí su desbarajuste mental debía ser enorme».
Más que admiración, Osel inspira hoy entre los bubioneros un poco de lástima. Nadie quiere estar en su piel y todos piensan que hubiera sido diferente si a ese niño se le hubiera dejado en Bubión y al cumplir los 18 años y ser mayor de edad se le hubiera llevado al monasterio. Al revés de como lo han hecho.
Osel tiene ahora el pelo largo y se ha dejado barba. Es así como va de vez en cuando al pueblo donde nació. «Va bastante, siempre que lo desea. Lo que pasa es que va casi de incógnito y quiere pasar desapercibido. Sus amigos de la infancia ya no están allí y es fácil confundirlo con un turista, pero, ya le digo, su contacto con Bubión es frecuente», señala su padre.
Anne Weenas asegura que hace un par de años también pasó por el lugar de retiro de la que ella es responsable. «Aquí no lo olvidamos. ¡Cómo lo vamos a olvidar si este centro lleva su nombre!», reconoce Claudia, una de las voluntarias budistas que está pasando una temporada en O Sel Ling. El futuro, por lo visto, aún no se ha cerrado.

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